Debo advertirle amigo lector que el siguiente texto no contribuye en nada a la intelectualidad, ni al crecimiento cívico, ni al desarrollo de la conciencia colectiva ciudadana. Pero a mi me ayudó a desestresarme en solo 20 minutos.
Es mi prioridad aclarar que no soy de izquierda. No creo en el utópico socialismo ni en el mito del comunismo. Me reconozco como de centro estirando para derecha, aunque sin desconocer algunos beneficios del llamado “tinte socialista” que utilizan muchos países en materia de salud, educación y ayuda económica a los menos privilegiados.
Haciendo esta aclaración, pretendo comenzar mi irónico agradecimiento:
Gracias miembros de partidos tradicionales, por demostrar que en este país el amiguismo está por encima de la capacidad profesional de muchos.
Gracias miembros de partidos tradicionales por habernos dejado que la tiranía haya devastado moralmente a sus ciudadanos y haya violado los más fundamentales principios de los DDHH.
Gracias, por haber fomentado la cultura mediocre a través de la deficiente educación. Gracias, por cultivar la sinvergüencía, la desfachatez y el “caradurismo” para conseguir lo que se proponen sin importar la consecuencia final de los actos.
Gracias, por poner los “intereses institucionales partidarios” por encima de los intereses del pueblo.
Gracias, por no tener una visión futura del país, haciendo leyes que a la larga puedan beneficiar al paraguayo.
Gracias por implantarnos la mentalidad de que todos los políticos son mafiosos.
Gracias miembros de partidos tradicionales, por haber dejado crecer la inseguridad, el narcotráfico y el contrabando.
Gracias, por demostrar todos los días que el fanatismo partidario está por encima de lo racional.
Gracias por demostrar que no hace falta ser docto, ni ser orador, ni saber expresarse o saber de cultura para ocupar un alto y honorable puesto en el gobierno.
Gracias por escudarse en los fueros y apoyarse entre miembros de un mismo partido, aun cuando se haya transgredido las leyes positivas, éticas o morales de la sociedad.
Gracias, porque pagamos nuestros impuestos y las calles están llenas de agujeros. Gracias miembros de partidos tradicionales por dejar a este gobierno inexperto un país mucho menos desarrollado que otros países vecinos.
Gracias por querer hacernos creer en cada elección democrática –muchos lo siguen creyendo– que el cambio puede venir de una sola y única persona.
Gracias por demostrarnos que no hay que tener ética ni honorabilidad, que lo importante es “asegurarse algo”.
Y verdaderamente gracias por pelearse y dividirse entre ustedes mismos, porque así demuestran que realmente que no existe unidad en vuestros partidos y que no interesa la ideología partidaria, sino solo conveniencia de lo que se puede conseguir a costa del Estado una vez instalados en el gobierno.
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