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Por que Si


En el referéndum para la enmienda constitucional del Art. 120, que consistía en preguntar si los compatriotas que viven en el extranjero pueden o no votar, voté por el “Si” por varias razones.


Porque son legalmente paraguayos y por más de que vivan en el extranjero, si no renuncian a su nacionalidad paraguaya, son ante la ley paraguayos legítimos como todos los que residimos aquí.

Porque su dinero enviado contribuye al crecimiento del país y aunque duela aceptar de que muchos abandonaron su tierra en busca de mejores horizontes, la remesas forman (o formaron alguna vez) gran parte de nuestro flujo económico. Algunas familias pagan sus impuestos del dinero que ellos envían. Invierten en negocios. Pagan a sus acreedores.

Porque la vida política del Paraguay también les afectará de forma directa e indirecta, ya que muchos volverán a esta tierra, o cuanto menos, tienen familiares muy cercanos en nuestro suelo, como hijos, padres, hermanos, etc.

Porque también hay, aunque en menor cantidad, paraguayos que estudian en el extranjero y/o se especializan en alguna carrera profesional con la ilusión de volver a su tierra a ejercer ¿Con tantos años estudiando afuera para una mejor vida profesional acaso no pueden sufragar?

Personalmente creo que no hay excusas para negarle este derecho a los compatriotas. No encontré argumentos razonables del “no” de muchas personas. En las redes sociales algunos jóvenes hasta parecían que instaban a la negativa por una simple rebeldía, otros sin embargo intentaban argumentar diciendo, por ejemplo, que estos paraguayos en el extranjero “abandonaron” el país en vez de remar todos juntos.

Muchas de estas personas desearían poder tener un trabajo digno y sostener a su familia aquí en el país. Hay miles de personas trabajando en otros países porque la dictadura y los gobiernos siguientes no supieron responder a la falta de empleo ni fortalecer el crecimiento de la economía.

Otros decían no con la excusa de que probablemente se hará trampa a la hora de hacer los conteos o traer los votos. Si esta fuera la excusa para cercenar un derecho tan inherente a la democracia como el sufragio, entonces no tendríamos que pagar el impuesto porque pensamos que el estado “come” la plata y no la invierte; o no tendríamos que pagar los servicios básicos porque tal vez nos jodan en la tarifa; o no tendríamos que votar en elecciones porque quizás nos robarían el voto a la hora del conteo. En síntesis, siguiendo este típico desconfiado pensamiento paraguayo, renunciaríamos a ejercer nuestros derechos y obligaciones porque pensamos que todo se “transa”.

También se debatió sobre el dinero a ser usado, que era mucho y se podía haber invertido en salud, educación, etc. Conocida frase populista. Cada situación está prevista (teóricamente) por el Parlamento en un presupuesto aprobado a comienzos de año. Y justamente invertir dinero en algo que promueve la democracia participativa no es un despilfarro, es un avance hacia la consolidación de una sociedad más conciente, más democrática y menos partidizada.

Lo que que deja gran preocupación es que la gente sigue teniendo falta total de compromiso con la participación ciudadana. ¡Ni siquiera alcanzó el 13% de participación de las personas habilitadas! Falta total de responsabilidad cívica ante un acto histórico democrático.

Pero llego a la conclusión de que es cierto que tal vez a los partidos tradicionales no convenga que los paraguayos en el extranjero voten, ya que ellos después de vivir en otros países saben perfectamente el resultado de un desarrollo en salud, educación y trabajo, y son concientes de que muchos de los personajes que siguen en estos partidos tradicionales fueron los que siempre estuvieron al momento de abandonar nuestro Paraguay, siguen estando y quieren seguir estando en el poder ¿Qué cambios pueden ver? Ninguno, no hubo renovación de hombres. Siguen los mismos en los partidos.

Tal vez los que vivan afuera tiengan una visión diferente de nuestra situación y sabrán quiénes fueron partícipes de la realidad actual del país. Una vez un amigo me dijo que el Paraguay nunca avanzará porque somos un país meditarráneo. Le dije que mi humilde opinión es de que no era la mediterraneidad territorial nuestro problema, sino que es la mediterraneidad mental, fruto de la falta de políticas en educación con una visión estadista durante muchos gobiernos que no educó sobre el valor de la responsabilidad del poder democrático que reside sobre cada ciudadano de un país.

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