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Crónica de un mondahá (Ladrón)

(Publicado en el espacio Opinión Pública de Última Hora el lunes 26 de julio de 2010)

Los nombres de los personajes que se mencionan a continuación no son reales. Gran parte del relato también es ficticio, aunque fui una de las víctimas. Decidí recrear cómo sería el comienzo y término del día a día de estos sujetos. Cualquier parecido con la realidad es nada más que una coincidencia.

El cielo está gris oscuro, las gotas de llovizna caen finitas que casi son imperceptibles pero que llegan a mojar si uno permanece a la intemperie por unos pocos segundos. Los 6º de temperatura hacen de un día como para no salir de la casa. Pero es pleno día de trabajo: jueves. Es fin de mes y un tiempo propicio para que Jhony y Luís salgan a “laburar”.

Hoy sus víctimas fueron dos chicas, una señora y su nieta y una pareja de casados. Pocos pero fue buena “la recaudación”. Luís maneja la moto y lleva el casco puesto. Atrás Jhony se sube con la mochila por la espalda, sin el casco y con la pistola calibre 22 en el bolsillo de la campera.

Eran la una de la siesta y partieron sin rumbo específico. Van en busca de la “suerte”. Entran por los barrios de Asunción, preferentemente calles empedradas sin mucho tráfico. Miran de izquierda a derecha tratando de disimular que alguien no esté observado esa actitud sospechosa.

Yeni venía caminando por la vereda, con el celular e¬n la mano. Estaba regresando de la facultad, donde cursa la carrera de nutrición por la mañana. Luís para la moto y Jhony se baja apuntándole con el arma y pidiendo la cartera y el celular. Yeni, casi inmóvil del susto, se los entrega. Suben rápido al biciclo y aceleran con todo. Desaparecen del lugar.

A quince cuadras de ahí, doña Nina y su nieta están esperando colectivo. Los muchachos la encontraron en la parada y se acercaron despojándole de sus pocas pertenencias, una cadenilla y dinero que era para el súper.

Lo mismo ocurrió un poco después con Laura, que volvía del trabajo. Había quitado todo su sueldo del cajero unos minutos antes, -un golpe de suerte!- pensaron al percatarse del dinero en la cartera.

Un poco más tarde se topan con Javier y Montse, una pareja joven recién casados. Montse está de seis meses de embarazo. Les quitaron 2 celulares, la cartera, ochenta mil guaraníes y se marcharon con rapidez. Montse sintió que la panza se le endureció del susto. Javier se llenó de impotencia por no poder hacer nada y en especial por no hacer sentir seguros a su esposa y su hijo en el vientre. –Mirá si estaban drogados, se le podía haber escapado un tiro– se dijo mientras se carcomía de la rabia. Hacía una semana que le regaló un celular de última generación a Montse por su cumpleaños y ahora fue parte del botín. –Menos mal no nos hicieron nada– se decían consolándose mutuamente.

Eran las siete de la tarde y empezaba a llover un poco más fuerte. La sensación térmica era de 3º. Luís dijo que sería mejor regresar porque así era imposible manejar. La “reducción” fue generosa ese día, especialmente gracias al sueldo de Laura. Parten rumbo a su lejano barrio ubicado en los confines de Capiatá. Llegan a la pieza que alquila Jhony, tienen que repartir el botín mitad y mitad como siempre.

Luís sale y se marcha –jajetopata ko’ero a la mima ora–; –Oima– responde el otro y se separan. Jhony se queda en la fría soledad del precario lugar que habita. Sale y va a comprar de la despensa la cañita con coca y unas empanadas para la cena. Vuelve a la pieza, prende el televisor de 14 pulgadas y se recuesta. Saca la pistola del bolsillo de su campera –suerte ndaipurui– se dice por dentro, esperanzado de que mañana tampoco haya necesidad de usarlo, aunque si lo hace no le quita el sueño. Se apoya en la almohada y se queda pacíficamente dormido, por más de que tenga 16 antecedentes penales y 2 vidas cegadas en su historia.

Comentarios

  1. Rica estoria. Parabens patrício. Pude ver Assunção e suas ruas molhadas, os lomitos e a garoa fria, pelos seus olhos e palavras.
    Porã etê !

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