Prensa amiga, prensa enemiga.

(Publicado en el espacio Opinión Pública de Última Hora el miércoles 26 de mayo de 2010)

Si comenzamos generalizando que los medios de prensa nos mienten caemos en el primer error. Pero si decimos que todos dicen siempre la verdad, estaríamos cometiendo el mismo desacierto.

Tengamos en cuenta de que en un mismo medio pueden existir informaciones veraces como algunas que no se ajustan a la verdad. Lógico. Nunca se puede generalizar.

Es así que podemos clasificar a prima facie, en tres tipos de informaciones que vemos todos los días:

Las verdaderas: que se realizan con el enfoque objetivo de la noticia y se limitan a informar sin necesidad de sensacionalismo, aunque la noticia pueda ser naturalmente sensacional.

Las no tan verdaderas: que no tienen un cien por ciento de verdad o se busca con gran énfasis el lado negativo del hecho, y que en algún porcentaje mayor o menor de la noticia, se falte a esa verdad objetiva.

Las falsas: que hasta pueden partir de un suceso verdadero que es tan ínfimo que no se puede considerar que exista veracidad y que, en el transcurso de la crónica, se le rellena de espectacularidad para llamar la atención.

La primera vende porque la noticia atrae la atención de todos. No necesita agregarse nada, la noticia es espectacular.

La segunda, que abunda, se transmite en base a algún hecho cierto pero, con opiniones personales de la apreciación o interés, del periodista o dueño del medio, que pueden resultar exagerados y escapar de lo cierto. En este punto es común darle vuelta a la noticia para que los titulares y las notas tomen una forma distinta que cause sensación. Es tan complejo que difícilmente se puede determinar qué es lo falso o verdadero. Lleva a la confusión del público.

La tercera busca como principal objetivo llamar la atención para vender y crear un pensamiento colectivo igual a la política que mantiene el medio periodístico (o periodista). Es una medida extrema que busca demostrar lo que no existe. En la mayoría de los casos estas publicaciones provienen de fuentes no fidedignas: se recurre al famoso chisme o ñe’e mbegue y eso se publica como noticia, sin investigar. Peligrosísima es esta práctica. Nos hace preguntar dónde está el sentido de responsabilidad con la información. Otro motivo de este punto son los intereses personales de los dueños. Hoy día hacer oposición al gobierno de turno se convirtió en un acto comercial. La crítica vende, aunque no siempre esté fundada en la verdad. Es cierto que existe y se practica el derecho a réplica en caso de comprobarse la falsedad de la información, pero no se publica con el mismo énfasis que noticia falsa o errada.

En cualquiera de estas tres clasificaciones puede aparecer la morbosidad. El morbo vende, muy especialmente en nuestro país. Decía Saro Vera en su libro “El paraguayo: un hombre fuera de su mundo”, que nuestra gente era más propensa a creer en el chisme antes que la noticia verdadera. El chisme es alimento del morbo, hace trabajar la imaginación con fines no precisamente altruistas. A esto se acoplan las imágenes. Imágenes indignas de personas sin vida, ensangrentadas, desnudas. Todo esto sin más fin que el de llamar la atención para vender.

Pero no conviene demostrar solo esta realidad negativa sin reconocer el universal valor de los medios periodísticos.

La prensa transmite al ciudadano informaciones vitales que uno mismo no podría proporcionarse. Contribuye como herramienta de la gente y se ha convertido en un poderosísimo influyente en la sociedad, ayuda al comercio, como así también descubre hechos de corrupción o irregularidades del manejo del dinero público como del privado. Denuncia hechos ilegales que podrían haber quedado impunes.

La calificación de que “es preferible una prensa abusadora, a una prensa controlada por el Estado”, no escapa del todo a la verdad. Demostraciones históricas de sociedades en dictaduras han sido testigos de lo nefasto que ha sido el control estatal de los medios. Pero esta afirmación es de doble filo ya que hoy en nuestro mundo globalizado la comunicación es un poder influyente en la conciencia ciudadana, y dejar a criterio sin límites a mano del interés privado o particular, puede malversar esa conciencia que cree en la información libre y que tiene la obligación de ser la moralmente correcta.

Entonces podemos concluir que la prensa juega un doble papel en nuestra sociedad actual: es amiga y enemiga a la vez. Amiga porque informa, nos ayuda en muchos aspectos de la vida cotidiana y descubre cosas que desde nuestro lugar nunca lo sabríamos. Enemiga porque muchas veces manipula la información y buscan formar el pensamiento de las personas a lo que le conviene: vender.

No podemos dejar de informarnos. Obligadamente debemos creer en lo que nos dicen, pero siempre con una actitud crítica. Seamos concientes qué miramos, qué leemos, qué escuchamos. Conocer sus fuentes y sus agentes periodísticos es fundamental para saber su credibilidad y la verdad de los hechos.