(Publicado en el espacio Opinión Pública de Última Hora el miércoles 29 de septiembre de 2010)
Yo fumo, tu fumas, él fuma, nosotros fumamos, vosotros fumáis, ellos fuman. Y aunque en verdad usted no fume, ellos que se encuentran cerca suyo si fuman, entonces tácitamente lo está haciendo, lo estamos haciendo. No debe preocuparse. No hace falta que salga plata de su bolsillo para gastar por un pabilo. Lo único necesario es que vaya con su familia a un restaurante u otro lugar de ambiente cerrado para respirar humo. La ley no ampara su salud. La norma protege al pobre fumador que está en su libertad de encender un cigarrillo en donde se le plazca y usted debe acatar la norma.
Claro, existe una fundamentación para ello. No caiga en la insensatez de creer que aquí prima el interés particular sobre el general. Aquí se intenta proteger las “fuente$ de trabajo” que un $ector empresarial brinda. Pero en la realidad el interés general de la población mayoritaria si tiene un límite. Termina cuando ese particular demuestra tener una billetera de grosor exorbitante. Es entonces cuando el legislador se encuentra en la penosa tarea de explicarle a usted, en base a un pseudo argumento y sofisma, que su salud y la de su familia en realidad no están en peligro. Las demostraciones científicas de organismos internacionales sobre muertes y consecuencias nocivas a para el fumador pasivo es minucia.
Ocurrirá que estará comiendo con su esposa y sus hijos pequeños (imagínese que tenga un niño de pocos meses) en un restaurante. Acababan de empezar el almuerzo – o la cena – y es cuando llegan una o dos personas, se sientan a la mesa contigua a la suya y prenden cigarrillos. Amablemente se levanta, se acerca y le pide que los apaguen por favor, a lo que le responden que están en su derecho y la ley los ampara de poder fumar en ese lugar. Entonces una confusión se apodera de su mente. Finaliza con la conclusión de que usted es el desubicado e infractor de la ley. A continuación tiene dos opciones: A) se levanta y retira de lugar, pidiendo que envuelvan la comida para llevar, ya que teme por su salud y la de sus hijos, que no pararon de toser desde que se encendieron los puchos. B) se altera, se descontrola y le prende un rodillazo en la nariz por lo cual termina preso y con una querella encima.
Y es así como una vez más se intenta transformar lo incorrecto en algo legal. Mi sed justiciera e intento altruista de querer hacer las cosas bien, se verán bloqueadas por mis impulsos de carácter involuntario que no me permitirán reflexionar sobre la mejor decisión, por lo que en esa situación elegiría equivocadamente la opción B.
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